-¡Ved, se atreve con un pequeño!- exclamaron los circunstantes, -¡Salvate Kisska!
El asunto acabó ahí, sin dejar rastro, salvo, creo yo, lo mismo en uno que en otro, la conciencia confundida, que el pegarse el desagaradable, porque esto hace daño a entreambos. Se puede notar que aquel sentimiento de justicia ha sido provocado por la multitud; pero ¡cuantos asuntos analogos se terminan, no se puede comprender en virtud de qué leyes, de manera que satisfaga a las dos partes! ¡Cuan arbitrarios e injustos, son comparativamente, todos los medios empleados en semejante caso!
-Los dos sois culpables; ¡de rodillas!- dice el instructor.
Y no tiene razón, porque no hay allí mas que un sólo culpable, un culpable que triunfa poniéndose de rodillas y rumiando su maldad, el inocente está doblemente castigado.
O bien, se dice:
-Tú eres culpable de haber hecho esto y aquello, y serás castigado-dirá el instructor.
Y el niño castigado odiará mas a su enemigo al sentir a su lado un poder despótico, cuya legitimidad no reconoce.
Puede decírsele esto otro:
-Perdónale; así lo quiere Dios, y sé mejor que él- expresará el inctructor.
Le decis: "Se mejor que él", pero lo que él quiere es ser más fuerte; "mejor..." no lo comprende, ni lo puede comprender.
Podréis decir:
-Ambos sois culpables; pedíos perdón el uno al otro, y abrazaos, hijos míos.
Hé aquí lo peor de todo, porque ese abrazo no será sincero, y porque el sentimiento malo, acallado un instante, se arriesgará a resucitar.
Dejadles, pues, solo si no sois el padre o la madre que, todo piedad para sus hijos, siempre tiene razón para tirar de los cabellos al que les pega; dejadles y ved cómo todo se arregla, todo se apacigua, sencilla, naturalmente.
(La escuela de Yasnaia Poliana, Tolstoi)
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